domingo, 4 de octubre de 2015

CROSS DE LA PEDRIZA 2015




8:00 de la mañana, con cuatro años y unos kilos más que la primera y última vez que había venido a esta dura y técnica carrera, espero mientras llueve copiosamente a ir a recoger el dorsal dentro del coche. No es cuestión de tentar a la suerte tras una semana de dudas sobre si participar o no tras un proceso viral que me ha tenido casi parado los últimos días.  Pero si me hubiera quedado en casa creo que los remordimientos me hubieran causado más molestias que las que la propia carrera me generara. Así que, como casi siempre, llego con el programa de mínimos de acabar en tiempo. Prolegómenos, calentamiento y pistoletazo de salida, este año en la misma barrera de entrada del parque (6 kilómetros de clavo). Inicio por la carretera a Quebrantaherraduras, cogiendo ritmo y la carrera estirándose. Ahí vamos, sin demasiados problemas hasta Canto Cochino donde la subida hacía el Yelmo empieza pina y recia como pocas hasta los llanos de la Gran Cañada, por donde pasé hace unas semanas. Aquí me sorprende el que no tomemos la más directa senda de las Carboneras hacia la pradera del Yelmo y que sigamos por la senda Maeso, exactamente por el mismo trazado de mi último entrenamiento montañero Hace rato que dejó de llover, pero nubes bajas corren entre los riscos por los que serpenteamos en dura pendiente, ayudándonos de las manos en muchas ocasiones. En la zona de los del Acebo y la Cara emprendemos el técnico, y hoy algo peligroso por lo mojado, descenso hacia el Collado de la Dehesilla. Voy bien, lento (ya es algo constitutivo mio) pero seguro. Paso con algo de margen el control de cierre.

Entrada a la gatera de Navajuelos
Lo que sigue es, a mi entender, la parte más dura de la carrera. Es el ascenso hasta Navajuelos y su pradera, previo paso por una de las gateras por la que reptamos literalmente a lo largo del itinerario, y bajo la espectacular torre derrumbada que es el risco de Mataelvicial. Vuelvo a sufrir lo indecible trepando por estas lajas, creo que me pasa factura la semanita que he pasado. En los llanos previos a la Pared de Santillán espero recuperar, pero lo único que hago es chocarme con un muro. Además he perdido al grupo con el que iba y voy solo. Y así llego al avituallamiento y control del Collado de la Ventana, hoy cubierto por una espesa niebla. El tramo que sigue y supera el cresterío de Las Torres, cumbres de La Pedriza ya a 2.000 metros, es para mi gusto uno de los más bellos y espectaculares de las montañas españolas, pero entre que apenas se ve y la caraja que llevo no lo termino de disfrutar como merece. Sigo sin prisa pero sin pausa. En el descenso entre la parte más alta de Las Torres y el siguiente control del collado del Miradero la visibilidad es ciertamente escasa, pero gracias a la perfecta señalización de la organización no hay riesgo de pérdida.

Zona de Las Torres

No se ve un huevo
En el Collado del Miradero me tomo un respiro y como y bebo en abundancia por ver si en el descenso encuentro mis fuerzas perdidas. Y sí, surte efecto tan obvia solución. Empiezo bajando con prudencia por el bosque, donde cambiamos el piso rocoso por las traicioneras raices, y me voy encontrando mejor a medida que pasan los minutos, vamos que no es que vaya como un cohete pero hasta cojo a algún corredor. Y en el ascenso entre Cuatro Caminos y la bajada previa al Collado Cabrón  vuelvo a trotar con alegría. Y en el descenso a Canto Cochino, dejo de ir suelto y solitario y encuentro más corredores e incluso los sobrepaso. Juro que no me he dopado. Los kilómetros de propina entre Canto Cochino y la meta los hago sin demasiado problema y cuando tras 5 horas y 2 minutos acabo la carrera siento que tengo ganas de más. Muy contento la verdad, ni me acuerdo de las horas en las que me he sentido como un jabalí en una montería. Por si alguien se anima el año que viene, son 25 kilómetros y + 1.900 metros por trochas y sendas laberínticas y que van de lo empinado a lo vertical en su mayor parte.


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