miércoles, 27 de abril de 2011

XXXIV MARATON POPULAR DE MADRID


Foto realizada por Krisia M,

Inaguro mi blog con la actividad de ocio que más tiempo me ha ocupado en las últimas semanas. Tras unos escasos 600 km desde enero, aquí estoy a las 9:00 del día 17 de abril, domingo de Ramos, a la salida de MAPOMA por tercer año consecutivo. Si es que no aprendo, pero no sé que tiene esto que va llegando la fecha y un impulso irracional me empuja a intentarlo una vez más. Hubo una primera ocasión en la que fui metódico y conseguí el objetivo, una segunda en la que fui muy poco metódico y comprometido y lo pagué: MAPOMA y el calor pudieron conmigo. Este año digamos que la cosa ha estado entre medias de los dos extremos: Preparación a base de rodajes de distancia media (10/12 km) dos o tres veces a la semana y uno un poco más largo el domingo (máximo 23 km) con un par de semanas de entrenamientos testimoniales gracias a la gripe. ¿Ritmos? Mejor no hablamos. Con este escaso bagaje llego y, lógicamente, las dudas me asaltan. Objetivo realista, acabar y punto. Si no acabo, pues no pasa nada. Otra vez será y he disfrutado una vez más del ambiente de esta carrera inigualable. ¿Táctica? Correr "a pulso", adaptar mi ritmo a las pulsaciones que sé que van a permitir a mi cuerpo aguantar mucho tiempo sin tumbarle (155 ppm de máximo), y rezar que mis rodillas respondan a más de 4 horas de machaque asfaltero.

Pues bien, aquí estamos y lo pasado ya no tiene remedio. 42 kilómetros y pico por delante que, da igual que ya no sea la primera vez, imponen. Me coloco más o menos a cola de pelotón, por detrás de los carteles de 4,30 h, que no es cuestión de estorbar a los mejor preparados y dotados que uno. Y a correr, o trotar. Hace fresco, se agradece, esto no parece que vaya a ser el infierno del año pasado. Castellana arriba de calentamiento, rodeamos el Bernabeu supongo que para redondear la distancia. Los primeros cinco kilómetros y el primer avituallamiento líquido llegan enseguida. Bebo, metódicamente bebo en todos los puntos de hidratación.  Transitamos por calles apacibles en las que se respira tranquilidad dominical. Parada técnica en un parque a la orilla del larguísimo pelotón de trotones. Muchos veteranos a mi alrededor con pinta  de llevar unos cuantos maratones en sus piernas. Ritmo pausado, comentarios recomendando prudencia. Queda un mundo. La BRIPAC, siete u ocho chavales entusiastas con su banderín a cuestas, de vez en cuando se animan a cantar canciones cuarteleras. Una chica con una malla corta decorada toda ella con la Union Jack y camiseta del Rock´n´Roll Marathon de Las Vegas me recuerda que quizás este sea el último MAPOMA como tal. Habrá que disfrutarlo. Kilómetro 10 a la altura de Príncipe de Vergara y sus toboganes ¿hay alguna carrera en el  Madrid  céntrico que no pase por aquí? Desde República Argentina siempre maravilla ver la multitud colorida que invade toda la calle Raimundo Fernández Villaverde hasta Cuatro Caminos. Subidita que va acumulando fatiga sibilinamente, ("controla, hay que economizar fuerzas a toda costa"), distancia todavía familiar. Bajamos hacia Argüelles, esta es la parte más fácil de la carrera. Control, control. Guzmán el Bueno, las Glorietas, Fuencarral. Todo Madrid para nosotros.¡La Gran Vía!, ¡Sol! Una multitud animando en Mayor. Se intuye la Casa de Campo, pero antes nos escamotean la plaza de Oriente al meternos por el túnel. Cuestón de propina para salir. Al menos ha servido para que muchos alivien la vejiga sin pudor. Ferraz y la Media Maratón, voy bien dentro de lo que cabe. Evalúo y no me duele casi nada. Pulsaciones bajo control, respiración natural. Pero aquí empieza la carrera, por lo menos para mí.

Bajada machaca-cuádriceps hasta el puente de los Franceses. Encuentro algo desolado el Parque del Oeste. La Casa de Campo acecha cada vez más cerca, se huele. Antes como prólogo, la avenida de Valladolid, que siempre se me hace eterna. El año pasado fue el primer clavo de mi ataud atlético. La multitud jalea en Príncipe Pío y uno se anima un poco. Entrando en la Casa de Campo me como un gel, que empiezo a tener gusa y a estar algo cansado. Las rodillas las noto, estamos aquí me dicen. El corazón sigue a su bola, tic-tac. Cuestaza que se me empieza a parecer al Tourmalet. Ritmillo y superada. Sé que sólo es un aperitivo. Los más o menos 7 km de bosque son creo la clave de la carrera, más por acumulación de fatiga que por orografía, que es casi llana. Si logro salir indemne sé que voy a acabar, como sea. 

Salgo con las rodillas hirviendo, me duele el dedo gordo del pie derecho. Pero logro superar la cuesta de salida de la Casa de Campo y el km 32, donde el año pasado claudiqué. Tengo fuerzas, me han subido algo las pulsaciones pero voy sin demasiada fatiga. Es una lucha contra el dolor y contra el cuerpo que se quiere poner rígido. Me he hidratado bien, creo, pero empiezo a tener algún leve calambre. El tiempo se curva, el espacio se estira. Y viceversa. Cada vez más gente camina. Tentaciones.¡No! Cementerio de San Isidro, Vicente Calderón. Estamos en el río y hay que subir hasta el Retiro. Por momentos me cae encima todo el cansancio del mundo. Renazco, decaigo. La vida en miniatura. Paseo Virgen del Puerto. Hay terrazas. Mesas a la sombra. Comensales con dorsal. Más tentaciones, ¡tampoco! "Sólo" quedan 7 kilómetros, los que hacen tan especial este MAPOMA. 

Doblamos la curva y arriba nos domina el Viaducto, paraíso castrado de suicidas. Demoledora la cuesta de la  calle Segovia. La supero a duras penas con un trote cada vez más cansino. Nueva curva y enfilamos al Retiro. Paseo Imperial, Pirámides, Embajadores, todo cuesta arriba. Clic. Me uno a los caminantes. Vuelvo a correr un poco, calambres. Andar. Leve trotecillo en lo poco llano que hay. A lo lejos vislumbro los tejados del Ministerio de Agricultura en Atocha, antesala de la Gloria, digamos que el Purgatorio. Alfonso XII, ya en la valla del Retiro. Me reafirmo en mi republicanismo.  Km 40, no queda "ná" pero qué duro. En el 41 me coge, a ritmo metronómico, el globo guía de las 4,30 h. al que había adelantado en la media maratón. Acelero con las pocas fuerzas que me quedan en la entrada del Retiro para por lo menos hacer airosa la llegada. Mil arcos publicitarios, al fondo, tan lejos y tan cerca, brillan las luces del cronómetro de meta. Fin. A beber. Llamo a casa a decir que he llegado bien. Me alegra haber acabado, he cumplido el objetivo en 4:22:14 de tiempo neto de esfuerzo llevadero dentro de lo que cabe. Pero lo disfruto con calma pasadas unas horas, en este momento el placer se reduce a ausencia de dolor.