martes, 16 de junio de 2015

Punto y aparte


Kilómetro 25 del MAM, segundo paso por el puerto de Cotos. Me quito el chip y anuncio mi abandono. Lo he ido barruntando desde las primeras rampas de ascenso a Peñalara, donde de pronto noto que las fuerzas me abandonan y mi lento avance se ralentiza entre náuseas y oxigenación dificultosa. Llego a la cima sin disfrutar, ya me fastidia... La vecina, tan lejana y cercana a la vez cumbre de Cabezas de Hierro, resplandeciente hace unas semanas, se oculta entre negros nubarrones. Una infinita pesadumbre me abruma al no sentirme con fuerzas de afrontar el grisáceo muro de Las Cerradillas que nos aguarda. Para colmo mis pies empiezan a mostrar los límites de mi adaptación al calzado minimalista que, pese a no ser en absoluto radical, he elegido para tan dura y técnica prueba. La elección del apoyo correcto en cada zancada se me hace cada vez más difícil en el pedregal del descenso, me penaliza y martiriza los huesos de mis pies añadiendo más desgaste a mi ya trémulos mente y cuerpo. Llego a Cotos algo aliviado por el agradable piso de la pista final, incluso puedo correr con cierto brío, pero lo dejo. No soy amigo de épicas inútiles y tengo mucho respeto a la montaña. Siendo sincero conmigo mismo, sé que no estoy preparado para lo que falta y si me dejo llevar por mi terquedad, tal y como además se estaba poniendo el tiempo, me puedo poner en peligro a mi mismo y a los demás. Me jode, pero es la verdad. Toca entrenar más y mejor, llevo un año difícil y me faltan kilómetros, volumen, calidad, fuerza, qué sé yo... Quién me mandaría a mi en un exceso de optimismo meterme en este fregado. Así que me doy un respiro y aprovecho que me voy de vacaciones con la familia para replantearme esta pasión por la montaña que no se extingue. Punto y... seguido.