miércoles, 20 de junio de 2012

XVI MARATÓN ALPINO MADRILEÑO (MAM 2012)


Al final lo hice. Tras varios años de mirar de reojo y con admiración mezclada de sana envidia a los participantes del Maratón Alpino Madrileño desde la salida del Cross del Telégrafo, carrera más a la medida de mis escasas facultades, llegó el momento de enfrentarme a la bicha. Así, algo irreflexivamente y con toda seguridad de forma precipitada vistos mis precedentes este año en la montaña (sólo he hecho el Cross de los Tres Refugios y la temporada de asfalto tampoco ha sido para echar cohetes),  me lanzo a la aventura. Por ello esta va a ser una crónica desde la parte más menesterosa del pelotón, desde allí donde lo que importa es pasar a tiempo por los puntos de corte de los distintos controles, desde donde a veces nos situamos más cerca del senderismo que de las verdaderas carreras de montaña, desde donde se siente el aliento en el cogote de los corredores-escoba.

Peñalara y la Loma del Noruego desde las cercanías de Guarramillas, allá vamos.
Parto de varios datos para montar mi estrategia de cara a la carrera y de un único objetivo, acabar con salud. El primer dato objetivo es que dan 9 horas para acabar: ¿Será mucho?, ¿será poco? , no tengo muchas referencias así que habrá que ir viéndolo sobre la marcha. Otro dato es que mis rodillas y músculos están poco acostumbrados esta temporada al terreno de media-alta montaña que me espera. La calamitosa bajada de Guarramillas del Cross 3 Refugios hace un mes así lo atestigua. Decido recuperar mis viejos bastones arrumbados en el trastero para descargar el cuerpo y repartir las cargas y a la postre no me arrepentiré, creo que han sido la clave de mi carrera. A tener en cuenta es por supuesto mi total inexperiencia en la distancia al ser mi primer maratón de montaña, no conozco bien mis límites y ante la gran probabilidad de reventar en algún punto (asunto problemático en este tipo de carreras) debo mantener una disciplina mental absoluta para no forzar mis umbrales de esfuerzo y minimizar esa probabilidad dada la kilometrada de la que se trata. Acabo con unas pulsaciones medias de 147 ppm, lo cual dice bastante sobre lo bien que me he portado conmigo mismo. Además no he pasado por ningún momento especialmente difícil. Bien, pero a la próxima me tendré que dejar de delicadezas y darle más duro, que esto es una carrera. Pero otro año. Más datos: Calor, se prevé que va hacer bastante calor, y yo tiendo a sudar cual pollo y por tanto a deshidratarme con facilidad. Solución: Cargar con abundante bebida toda la carrera para no sufrir entre los surtidos avituallamientos que gentilmente ha dispuesto la organización, así que mochila con bolsa de hidratación con agua y botella con bebida isotónica al canto y, ya que me pongo, geles, barritas y hasta jamón. Voy más cargado que si fuera con los niños a la playa, pero no me arrepiento, no paso ni hambre ni sed.

Llegando a Guarramillas.
Con todo ya decidido y tras semanas de incertidumbre, nervios y puro miedo me levanto a las 5:00 y a las 7:00 estoy en Cercedilla donde me encuentro con Jesús, un maquinón al que perderé la pista al poco de salir. A las 8:00 y sin mucho preámbulo y tiempo para pensar dan la salida y enseguida me meto en faena. Yo a lo mío, despacito y buena letra. Trotecito donde la pendiente lo permite y a caminar donde noto que se me acelera demasiado el pulso. Enseguida rompo a sudar. Pero voy cómodo. La ascensión hasta la estación del Puerto de Navacerrada ("terreno para correr y disfrutar" dice la organización) es muy agradable y permite ir cogiendo el ritmo y calentando.  El terreno de buenos senderos, pinos, helechos y múltiples arroyos resulta delicioso. Lo disfruto. Mucho más que cuando se hace el Cross de Telégrafo, que saldrá después que nosotros, pues se va a un ritmo más bajo (por la cuenta que le trae a uno). Poco antes del puerto, primer avituallamiento que no desprecio, se acaba lo cómodo y empieza lo bueno hasta culminar la dura ascensión a pico hasta el alto de las Guarramillas (2.258 m). El primer coloso del día lo supero bien, sin agonía. Han sido unos 10 km y 1.000 metros de desnivel.  Llega el primer descenso largo por la Loma del Noruego hasta el puerto de los Cotos. Otros 5 km para correr y disfrutar. No me cebo, simplemente me dejo caer para no cargarme. Esta es de las pocas zonas del recorrido que no conozco, me gusta. Me recreo con las bellísimas vistas en todas direcciones. Alcanzo a ver los Tubos de Cabezas y no puedo dejar de preguntarme cómo llegaré hasta allí varias horas más tarde.


A Peñalara.
Llego al primer paso por Cotos en unas 2 horas y 20 minutos. Se supone que cierran el control a las 2 horas y 45 minutos, con lo cual llevo un cierto colchón de minutos pero tampoco me puedo dormir. Mientras como y bebo algo en el avituallamiento llega la cabeza de carrera, impresionante. Me quito la boina. Sin más dilación empiezo el segundo ascenso relevante del día nada menos que a la cima de Peñalara (2.428 metros), techo de la Comunidad de Madrid. Sé que es una subida relativamente amable, pero el cuerpo ya va algo castigado y no sé cómo reaccionará. Redoblo mi actitud prudente y subo algún punto por debajo de lo posible, y hago bien pues sigo disfrutando y voy teniendo la certeza de que, salvo imprevisto o accidente, aquí tampoco reventaré. Ya pienso que lo importante ahora es llegar entero al pie del mítico paso de los Tubos de Cabezas. Y a ello me aplico pasito a pasito. Cumbre. Al descender me cruzo con los corredores escoba que suben. Lagarto, lagarto. El segundo paso por Cotos lo hago en 4 horas y 7 minutos. Ahora el colchón de minutos es de algo menos de 40. Bien, me tranquilizo algo. Ha pasado el ecuador de la carrera (km 25) y hago evaluación de daños: No me duele nada y tengo ganas de seguir. Pues adelante. Este es el auténtico punto de no retorno de la carrera y hay que avanzar con decisión. No se me antoja que haya muchas vías de escape una vez metidos en faena en la ascensión a Cabezas de Hierro. La transición a la tercera  y decisiva escalada del día nos va generando algo de ansiedad a todos. En cuanto nos damos cuenta estamos en medio del paredón. Los casi 600 metros de desnivel entre Cotos y la cumbre de Cabeza de Hierro Menor (2.383 m.)  se salvan en poco más de 2 kilómetros. El terreno es totalmente montañero. Canchales, senderos difuminados entre piedra suelta y tierra, fortísima pendiente. Un arroyo que se despeña. No me queda más remedio que poner paso de himalayista y ganar centímetro a centímetro a la pendiente. Sin prisa pero sin pausa. Un fila de corredores delante y detrás mía agoniza, algunos se retuercen de dolor en el margen de la senda con sus músculos rendidos por el esfuerzo y la deshidratación. Palabras de ánimo. Se gana bastante altura con cada paso, es lo bueno. Bendigo la decisión de subir con bastones. La subida se suaviza súbitamente en un hombro previo al ciclópeo amontonamiento de bloques que es la cumbre de Cabeza de Hierro Menor. Hay aquí situado un oportuno avituallamiento con agüita fresca del manantial que mana de las entrañas de la montaña. Lo que sigue es ya reptar entre bloques graníticos de todos los tamaños. Afortunadamente son bastante estables y, al tener que ayudarse uno con las manos para superarlos en ocasiones, las piernas descansan  algo y se sube, en mi opinión, menos penosamente que por el terreno suelto de más abajo. Un empujón más y ya estoy en la bandera pirata de la cumbre. Kilómetro 29 y llevo algo más de 5 horas y 50 minutos. Las dificultades principales ya han pasado, de momento me encuentro bien, sorprendentemente bien incluso. Empiezo a pensar que puedo acabar en tiempo y forma.


En plenos Tubos de Cabezas

Peñalara, de allí venimos.

La cosa se pone pina.

La canchalera final.
Quedan unos 14 kilómetros, 6 algo pesados para mi gusto a estas alturas hasta el puerto de Navacerrada por el trillado sendero que recorre toda la Cuerda Larga y supera las lomas del Cerro de Valdemartín (2.280 m) y de nuevo Guarramillas, cuya pestosilla y empinada bajada espero con aprensión. Por el técnico tramo inicial de descenso de Cabezas me uno a un corredor que será mi compañero ya hasta la meta y que hará que en animada charla vayan pasando los kilómetros de forma más llevadera. Por fortuna, y aunque ya ha pasado el mediodía y el sol aprieta, a estas alturas el viento sopla con intensidad y la sensación no es demasiado asfixiante. Lo suyo hubiera sido apretar sobre todo en las prolongadas bajadas para mejorar el tiempo final, pero entre uno y otro al final nos relajamos y finalmente nos dejamos llevar por cierta pereza empleando quizás demasiado tiempo en negociar esos kilómetros finales. Me da tiempo hasta a recrearme de nuevo en los bosques por debajo del puerto de Navacerrada, a refrescar con gran placer mis pies en los helados arroyos que atraviesan los caminos, en fin, a olvidarme un tanto que esto es una carrera. Finalmente, pasamos los Campamentos,  llegamos a la altura de la presa  cercana a Cercedilla y ya vemos las primeras casas del pueblo. Escuchar cada vez más cercana la megafonía de la meta, nos espolea algo. Una última curva y la meta aparece ante mis ojos. Fin. Me ha sobrado tiempo, 8 horazas y 19 minutos. Me encuentro algo cansado pero feliz. Ha sido una experiencia intensa y además ha discurrido más o menos según lo planeado. Estoy satisfecho conmigo mismo, otro año el objetivo será no llegar de los últimos, pero esta año he saboreado una gran carrera con una gran organización. No me olvido de todos los voluntarios que han pasado tantísimas horas esperando a que lleguemos calamidades como yo. Gracias.


Con mi compañero de fatigas al segundo paso por Guarramillas

Entrando en meta

Perfil de la carrera
 Clasificación de la carrera

La carrera en mi GPS