Pues aquí estoy por sexto año consecutivo en la carrera que supuso mi debut en las carreras populares, siendo por ello carrera a la que tengo gran cariño. Este año además, al no participar en el Maratón de Madrid, la voy disfrutar como un fin en si mismo, sin la mirada puesta en lo que pueda pasar dentro de 3 semanas. Y así, relajado y con ganas de pasar una buena mañana de domingo en magnífica compañía haciendo deporte, salimos en multitudinario tropel a patear las calles de Madrid. Creo que me he colocado en el lugar que me corresponde por tiempo según las zonas marcadas por la organización, entre la clase media del pelotón, pero aún así el primer kilómetro es lento, los zig-zags para irme colocando a mi ritmo, inevitables. Son las cosas de este tipo de carreras. El recorrido y los kilómetros nos irán poniendo a cada uno en nuestro sitio.
Tras unos primeros kilómetros de tanteo por la cuadrícula del barrio de Salamanca y su amplias calles, con alguna bajadita como la de Diego de León que luego habrá que subir con unos pocos kilómetros más en la piernas, el primer hito que tengo en mente está en el cambio de sentido que se da en Alonso Martínez para enfilar la larga subida por Santa Engracia y Bravo Murillo hasta Plaza de Castilla, más o menos en el kilómetro nueve. Guardar fuerzas aquí e ir cogiendo ritmo creo que es una de las claves de la carrera. Inicio la pendiente acartonado, poco fluido y algo ahogado, pero con paciencia y manteniendo un ritmo cómodo. Soy consciente de que ando un poco corto de fondo, que los dos últimos kilómetros son duros y que hay que reservar para, pese a lo inevitable del sufrimiento, no estrellarse. Llego a Plaza de Castilla con muy buenas sensaciones, ya a ritmo de crucero y sintiendo que éste es sostenible, incluso me retengo algo en los tramos más favorables para no cebarme y no castigar demasiado la musculatura.
La segunda mitad de la carrera sé que tiende a bajar aunque no falten los toboganes y tachuelas que nos hacen resoplar y aceleran nuestro pulso. Yo a lo mío. ritmo constante, compensando la pérdida de velocidad de las subidas con las bajadas. La llegada de nuevo al Retiro, que circunvalamos casi por completo, trae consigo la vertiginosa bajada de Menéndez Pelayo. Kilómetros del 16 al 18. Intensifico mi autocontrol. Del kilómetro 18 al 20 y medio se sube todo lo que baja al otro lado del Retiro. En efecto, sufro. Miro de soslayo desde Alfonso XII la subida del Angel Caido que este año han tenido la cortesía de eliminar, aunque casi la prefería, era empinada pero corta. Revivo pasadas calamidades en MAPOMA. Está hecho. Puerta de Alcalá. Alcalá con O´Donnel. Entrada al Retiro y larga recta final donde aprieto todo lo que puedo para ver si me queda alguna reserva que ya no me hará falta. Un corredor más, anónimo, llega diluido entre la masa jadeante y sudorosa tras una hora cuarenta y ocho minutos y siete segundos de esfuerzo.
La carrera en mi GPS
Tras unos primeros kilómetros de tanteo por la cuadrícula del barrio de Salamanca y su amplias calles, con alguna bajadita como la de Diego de León que luego habrá que subir con unos pocos kilómetros más en la piernas, el primer hito que tengo en mente está en el cambio de sentido que se da en Alonso Martínez para enfilar la larga subida por Santa Engracia y Bravo Murillo hasta Plaza de Castilla, más o menos en el kilómetro nueve. Guardar fuerzas aquí e ir cogiendo ritmo creo que es una de las claves de la carrera. Inicio la pendiente acartonado, poco fluido y algo ahogado, pero con paciencia y manteniendo un ritmo cómodo. Soy consciente de que ando un poco corto de fondo, que los dos últimos kilómetros son duros y que hay que reservar para, pese a lo inevitable del sufrimiento, no estrellarse. Llego a Plaza de Castilla con muy buenas sensaciones, ya a ritmo de crucero y sintiendo que éste es sostenible, incluso me retengo algo en los tramos más favorables para no cebarme y no castigar demasiado la musculatura.
La segunda mitad de la carrera sé que tiende a bajar aunque no falten los toboganes y tachuelas que nos hacen resoplar y aceleran nuestro pulso. Yo a lo mío. ritmo constante, compensando la pérdida de velocidad de las subidas con las bajadas. La llegada de nuevo al Retiro, que circunvalamos casi por completo, trae consigo la vertiginosa bajada de Menéndez Pelayo. Kilómetros del 16 al 18. Intensifico mi autocontrol. Del kilómetro 18 al 20 y medio se sube todo lo que baja al otro lado del Retiro. En efecto, sufro. Miro de soslayo desde Alfonso XII la subida del Angel Caido que este año han tenido la cortesía de eliminar, aunque casi la prefería, era empinada pero corta. Revivo pasadas calamidades en MAPOMA. Está hecho. Puerta de Alcalá. Alcalá con O´Donnel. Entrada al Retiro y larga recta final donde aprieto todo lo que puedo para ver si me queda alguna reserva que ya no me hará falta. Un corredor más, anónimo, llega diluido entre la masa jadeante y sudorosa tras una hora cuarenta y ocho minutos y siete segundos de esfuerzo.
La carrera en mi GPS
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